AL BESO DE JUDAS
( Impresionante “Paso” de la Semana Santa vivariense)
Con un beso traidor judas le entrega,
en manos de la chusma que iba armada,
San Pedro le defiende con su espada
y a Malco hiere que hasta allí se llega.
Su primado discípulo le niega
en la noche silente y estrellada
y es conducido aquella madrugada
al pretorio que le ataca con saña cruel y ciega.
Flagelado, humillado, escarnecido,
de punzantes espinas coronado,
arrastrando la cruz, desfallecido,
Va al suplicio la víctima inocente
para expiar mi culpa y mi pecado
que le están condenando injustamente.
JOSÉ MOAR VÁZQUEZ
LA HERMANDAD DEL PRENDIMIENTO
(Por Francisco de Borja y Beltrán – Libro Pregón de 1.949)
El isocronismo de los desfiles procesionales de la Semana Santa vivariense, hace tinos años fue cerrado al quedar constituida la entusiasta Cofradía del Santísimo Cristo de la Piedad, integrada por comerciantes e industriales, que enriquecieron aquéllos con el Paso admirable de su advocación.
El grupo escultórico de la Piedad, obra del insigne imaginero compostelano Sr. Rivas, al desfilar por las rúas vivarienses en medio de sus encapuchados cofrades, rompió el tedio de otros sectores de la vicia local que veían desgranar los años sin lograr aunar esfuerzos y voluntades para abrillantar los Pasos de la Semana Santa que las. legendarias Cofradías y los antiguos Gremios nos habían legado. Y así, hace tan sólo un par de años, surgió pujante la Hermandad del Prendimiento, formada por estudiantes y empleados, como filial de aquella Cofradía del Stmo. Cristo de la Piedad.
Buscadas con laudable afán las necesarias aportaciones económicas, un nuevo Paso, el de la Prisión del Señor, acrecentó el acervo de imágenes de la Semana Santa vivariense. Las cuatro figuras que integran este admirado grupo: el Maestro, Judas en el momento de su sacrílego beso, un Centurión y un representante de la plebe deicida, son obra del renombrado artista Sr. Rivas, y de un verismo tan acusado que poderosamente llaman la atención.
Bien por los estudiantes y empleados vivarienses, que han sabido comprender las pulsaciones de sus corazones cristianos para ofrecernos la belleza de este desfile procesional, y ojalá que sus entusiastas desvelos se vean secundados por otros grupos de vivarienses, tales como el de marineros y pescadores, que organizándose en Cofradía o Hermandad, ofrenden a Vivero la flor de un nuevo Paso en la conmemoración de la Semana Mayor.
Artículo publicado en el Libro Pregón del año 2004
Paso a paso
Atrás quedaron aquellas procesiones de Jueves Santo, en las que la traición de Judas a Nuestro Señor Jesucristo recorría, sobre ruedas, las calles empedradas de Viveiro bajo la atenta y reprochante mirada de los ciudadanos.
Atrás quedó aquel lento caminar del paso, lento y solitario, síntesis del boato de nuestra Semana Santa. Como atrás quedaron también los desfiles ajenos al redoble del tambor .
En medio de las tinieblas que envolvían el Lugar de Getsemaní y bajo el haz de luz de una antorcha, aquel discípulo traidor, impulsado por la avaricia, evita el cruce de miradas con su Maestro y le besa en la mejilla derecha, como señal pactada con los príncipes de los sacerdotes y de los ancianos del pueblo. Jesús, conocedor de lo que estaba ocurriendo, permanece erguido e impasible y se dirige a sus discípulos advirtiéndoles que depongan sus espadas, que las Sagradas Escrituras han de cumplirse. Momento en el que un sayón se adelanta y lo prende por el brazo izquierdo, bajo las órdenes de un centurión.
Al ver Judas cómo su Maestro era condenado se arrepintió y devolvió las treinta monedas de plata al Sanedrín, pagó el error de su vida colgándose de una higuera. Asimismo se cumplían las predicciones de Jesús “Todos vosotros os escandalizaréis de mí esta noche, porque escrito está: Heriré al Pastor y se dispersarán las ovejas de la manada”. Pedro lo negó por tres veces.
Y hoy esta escena sigue recorriendo las calles de Viveiro sobre unos nobles maderos que un día fueron tallados por el artista Juan Fernández Rivera. El castaño, la caoba y el pino se funden para crear un contraste armonioso de colorido y una soberbia estructura que portan los llevadores, fieles a la tradición y orgullosos de su esfuerzo. Con la sobriedad que los caracteriza, paso lento y corto, entran en la Plaza Mayor creando un halo de belleza y majestuosidad. Una simetría perfecta formada por los sesenta y cuatro portadores engalanados con sus rasos rojos que resplandecen bajo la luz de los hachones en su paso por el cantón.
Por las angostas calles, hoy, el “Beso de Judas” va acompañado por el sonido del tambor que hace eco en las firmes y antiguas piedras, en muchas ocasiones mojadas por las gotas de lluvia. El continuo redoble traspasa las murallas anunciando el paso de la traición, como también había sido anunciada en su día.
Desde el marco incomparable de la Puerta de Carlos V, bajo la oscuridad de la noche, se divisa el acompañamiento procesional: el “Ecce-Homo” o “Corazón de Jesús” de la cofradía “O Nazareno dos de Fóra” y flanqueando el desfile, la “Virgen de los Dolores” de la parroquia de Santiago, que otorga solemnidad al conjunto.
Se acerca la medianoche y es el momento en el que Pedro niega a Jesús por tres veces antes del canto del gallo. La representación de este momento cubriría un vacío que haría resaltar, todavía más, la procesión de “El Prendimiento”. Así, paso a paso, con la ayuda de todos podremos alcanzar un mayor esplendor de nuestra Semana Santa.
Artículo publicado en el Libro Pregón del año 2005
Sala de exposición para “El Beso de Judas”
Nuestra Hermandad, en su afán de mejorar año a año, ha logrado uno de los retos más importantes que tenía la actual directiva.
Con el paso de los años se estudió la posibilidad de que la imagen de “El Beso de Judas”, obra del maestro compostelano José Rivás, que tanto contribuyó al engrandecimiento de nuestra Semana Santa, pudiera estar durante todo el año expuesta al público y en disposición de ser visitada.
Dicho reto ha sido conseguido y la imagen dispone ya de una sala de exposición en los Claustros del antiguo convento de San Francisco, cedido por el Excelentísimo Ayuntamiento de Viveiro, colaboración que agradecemos enormemente.
El enclave, como no podía ser menos, es el marco ideal para custodiar tan preciada imagen, flanqueada por los últimos arcos románicos que permanecen en pié en dicho claustro.
Tras este primer paso, esperamos que en un futuro no muy lejano, se lleve a cabo la creación del tan deseado Museo de Arte Sacro, para que en él se puedan contemplar a lo largo del año la riqueza cultural de la imaginería de nuestra Semana Santa, muestra de nuestro patrimonio histórico y artístico.
El Prendimiento - Por Enquique Cal Pardo (Artículo revista pregón Año 1953)
Acaba de dar comienzo el drama de la Pasión, drama compuesto de múltiples actos que culminan en la tragedia del Gólgota, enmarcada en un cuadro de negro crepúsculo, con jirones de luz tenue, que hacen adivinar un final glorioso y triunfante. Es la noche del catorce de Nisán, la noche de aquel primer Jueves Santo. Noche de emociones profundas, de confidencias íntimas, de espeluznantes pronósticos, de sudor sanguíneo, de agonía a solas... Noche iluminada por un claro de luna llena. Noche que escudriñaron los artistas en sus panorámicas visiones, a fin de arrancarles sus misterios y plasmar su sublime belleza de amor y de dolor.
El prendimiento es un cuadro de ese gran drama. Cuadro de belleza singular, no sólo como parte del conjunto, sino como escena aislada, con su vivo e impresionante particularismo. Cuadro que se desenvuelve a través de un solo acto, precedido de un patético exordio y seguido de un epilogo, breve si, pero cargado de emoción.
• Van Dyck, el de la elegancia estética, plasmó la sublime belleza de esta escena en ese gigantesco lienzo que enriquece nuestro Museo del Prado. Pudiera ayudarnos a ía composición de lugar en estos momentos de reflexión. Olivo añoso y bien poblado, recortando su figura en el suelo y robando la claridad a la luna. Antorcha luminosa en la altura, en lucha con la oscuridad. La figura de Jesús, apacible y tranquila, espejando en su divino rostro una amalgama de bondad y de dolor íntimo y callado. Judas, envuelto en amplio manto, disimulante e insidioso, acerca su rostro al del Maestro. Brazos nervudos, provistos de sogas, se levantan en ademán bien significativo. Hacia la izquierda del lienzo, Pedro hace descender con saña su acerada espada sobre el siervo del Pontífice, que cae desplomado en el suelo.
Junto al cuadro del gran pintor flamenco podríamos extender toda una galería, en la que se destacarían las firmas de los más acreditados artistas, tanto nacionales como extranjeros, desde Durero y Borroso, hasta Salzillo y Goya.
«Aquél a quien yo besare, él es», había dicho el comerciante de sangre por el camino a los galopines que le seguían. Jesús, confortado por la oración y las palabras del Ángel, se ofrece a la vista del traidor. «Más le valiera no haber nacido», musitaba en su interior el Maestro. Se
hallan frente a frente—La bondad infinita y la' maldad personificada. Judas hace ademán de acercarse y besarle. Jesús no va a negarle esta última gracia. Y en los
labios de Judas nació un beso frío, helado, quien fue a depositarse en las mejillas sonrosadas y sanguinolentas de Jesús. Beso opaco y sin vida, recortado por tijeras de Ángeles.Aun no se había alejado el Ángel del Consejo.Frialdad y traición!. Parecen evocar los acordes
secos y robustos y aquel desenlace rápido y vertiginoso
del «Invierno» de Debussy.
Labios cárdenos y húmedos, manchando las mejillas de Jesús, como los contempló el Giotto, inspirador de una pléyade de artistas. Beso impuro de los labios de aquel hombre de rostro y ojos cargados de maldad, que intuyera Salcillo. Esos ojos que ponen estupor en el alma. En las estampas de la Semana Santa Vivariense los contemplé año tras año, experimentando siempre en mi alma la misma terrorífica impresión. Labios traidores, aproximándose al rostro diáfano y transparente de Jesús,! espejo en el que se refleja todo el esplendor de la divinidad.
Oleadas de indignación tiñen nuestras mejillas. Pero Jesús, con el alma transida de dolor a la vista de aquella pérfida acción de su apóstol, solo tiene una palabra que todavía rebosa amistad: «Amigo, con un beso entregas al Hijo del Hombre?».
Judas! Profanaste lo más sagrado del hombre. Prostituíste el sello más característico del amor. Por eso tu nombre será denigrado en todos los tiempos y en todas las latitudes y a todas las literaturas se incorporará como símbolo de maldad y de traición.
Cuántos Judas en nuestros días! Se acercan a Jesús con el beso prendido de sus labios; pero no para patentizarle su cariño, sino para disimular, como Judas, su traición. Tal vez muy de mañana hincan sus rodillas en el templo y reciben en su pecho a Jesús-Hostia, para luego cometer las más palmarias injusticias, tanto en su vida interna como profesional, y para vivir olvidados de sus más esenciales y apremiantes deberes. ¿No será este el pecado de nuestros días?. Para ellos también las pa¬labras de Jesús; «Amigos, con un beso entregáis al Hijo del Hombre?».
ACTO ÚNICO
—¿A quién buscáis?—A Jesús Nazareno.—Yo soy. Poder taumatúrgico de las palabras de Jesús. La comitiva de Judas se halla derribada en tierra. Jesús quiere hacer terminante manifestación de su poder y de su libertad ante la muerte. Nueva pregunta de Jesús: «¿A quién buscáis?—A Jesús Nazareno.—Os he dicho que yo soy». Pero antes de entregarse en sus manos, Jesús les hace un ruego, que es un mandato: «Si me buscáis a mí, dejad marchar a estos». Y sin dilación, aquellos burlados esbirros se precipitan rabiosamente sobre e! manso cordero.
y aquellas manos, que poco antes habían repartido el pan de la vida y de la auténtica libertad, son atenazadas con denigrantes sogas, cual manos del más perver: o facineroso! Golpes y empellones, sacudidas y salivazos!
Un esporádico chispazo de valor en sus discípulos. Pedro, el que había protestado con juramento su fidelidad inquebrantable, haciendo gala de su decisión e intrepidez, descuelga un fuerte golpe de espada sobre la cabeza de Maleo. Resbala en el casco y alcanza1 la oreja, que rueda hasta el suelo. Jesús realiza el últimol milagro, curando la oreja del siervo maltrecho, y recrinjuna a su apóstol: «Pedro, mete tu espada en la vaina... Por ventura piensas que no puedo rogar a mi Padre y me mandará ahora mismo más de doce legiones de Angeles?».
Estas palabras de Jesús abren de par en par las puertas de un profundo misterio que atormentó y sigue atormentando las mentes de los más preclaros ¡teólogos: Libertad de Jesús ante la muerte, conciliada con su omnímoda impecabilidad. Todos ellos acuden a esta escena del prendimiento en busca de una respuesta satisfactoria a la acuciante dificultad. Pero todos, a una, en medio del enmarañado laberinto de sentencias, confiesan paladinamente esta libertad de Jesús, que El mismo se encargó de patentizar en estos momentos.
Tenemos a Jesús convertido en un juguete de los más bajos instintos y pasiones. Rodeado de enemigos, que, cual lobos hambrientos, le acosan por todas partes. Los discípulos, aprovechando la oscuridad y la confusión, huyen cobardemente. Rebaño disperso, al ser herido el pastor. Aquí termina el acto único de esta escena. Pero antes de bajarse el telón, Jesús se dirige a aquel público infame y grosero. Sus palabras ponen de manifiesto el profundo dolor de su alma: «Como a ladrón habéis salido con espadas y con palos a prenderme! Cada día estaba con vosotros en el templo enseñando y no me prendisteis. Pero esta es vuestra hora y el poder de las tinieblas». El alma de Jesús chorrea sangre. El sentimiento de su espíritu desgarra sus entrañas. Para comprenderlo es preciso cerrar los ojos de los sentidos y meditar en silencio estas palabras de sus labios, cuajadas de trágico dramatismo. A mis oídos acuden los acordes sencillos, patéticos, cargados de dolor y llenos de colorido del Maestro Victoria, en su responsorio del Viernes Santo. Tal vez nadie haya sabido dar mayor relieve a la profunda tragedia del alma de Jesús, al verse abandonado de los suyos, atadas sus manos, cual malhechor insigne, y rodeado de aquella chusma que le produce náuseas.
Vosotros, Cofrades del Prendimiento de la ciudad de Vivero, habéis saboreado esas amarguras del alma de Jesús y habéis comprendido el terrible dolor que lacera su espíritu. Por eso os habéis unido, a fin de acompañarle en esas horas de supremo dolor moral que es el más acerbo y penetrante de todos los dolores. En silencio, con sumo recogimiento, meditad esas palabras, anegaos en ese mar profundo en que se halla sumergida el alma de Jesús y desagraviadle, prestándole vuestro cariño y vuestra compañía en estos momentos de cruel abandono.